domingo, 14 de diciembre de 2014

Los mareados

-         - Che qué dulce que está el olor del incienso, ¿no?
-          - Sí, re rico, ¿viste?
-          - Sí, está rico… ¿Pero no te parece que sino abrimos una ventana puede llegar a ponerse medio dulzón de más?
-          - ¿Vos decís?
-          - Sí, no sé, por ahora me encanta, pero están todas las ventanas cerradas y a medida que se empiece a consumir el incienso, esto se va a empezar a llenar de humo, y encima es de ese humo dulzón pesado, tengo miedo de que nos termine mareando…
-         -  Sí, puede ser, ¿abrimos la ventana así se va?
-          - No, dejá, está lindo así, está calentito, si vemos que se empieza a hacer medio insoportable ahí entonces sí, abrimos…
-          - Bien…

-          - Tengo la boca seca… 
-          - En la heladera hay jugo
 - Sí, ahora voy…


-          - Che, está un poco como espeso el aire ya, ¿no?
-          - Verdad, larga humo como loco el coso ese...
-          - Sí, habría que abrir la ventana…
-          - Sí…
-          - ¿La abrís vos que estás más cerca?
-          - Sí, ahora voy…

-          - Me tengo que cortar el pelo…
-          - Yo para mí que lo tenés bien así…
-          - Sí, yo que sé, puede ser, pero me da calor, quiero tenerlo más corto…


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-          - Al final nunca tomaste jugo, debes tener la boca re contra seca…
-          - Y vos al final no abriste la ventana, ¿no te está mareando el humo? Abrí, a mí me da lo mismo…
-          - Sí, un poco me está mareando sí. Es como mucho humo y muy muy dulzón, tengo miedo que además de marearme me termine empalagando, y si me empalago sería una cagada porque me re gusta este incienso en realidad…
-          - Fa, hace tiempo que no escuchaba la palabra “empalagar”, yo creo que nunca me empalagué…
-         -  ¿Con nada?
-          - No, con nada… A ver, una vez ponele que comí demasiado dulce de leche, me cayó como el orto, pero después a los días ya estaba comiendo galletitas María con dulce de leche...
-          - Yo las hacía alfajor, ponía una galletita, abundante dulce de leche y después usaba otra galletita de tapa…
-          - Claro, yo hacía lo mismo, lo mejor era cuando apretabas las tapas…
-          - ¡Sí sí, y después salían tiritas de dulce de leche por lo agujeros de las galletitas!
-          - Sí, y le pasabas la lengua a ese dulce de leche y al que se salía por los bordes…

-          - En fin, nada, eso, llegué a sentirme mal mil veces, pero creo que nunca me empalagué…
-          - ¿En serio? Pa, yo me empalagué demasiadas veces, un embole… Está de menos porque uno se empalaga cuando algo le gusta mucho y no lo puede soltar, y al no poderlo soltar llega un momento en que uno se satura de eso que tanto le gusta al punto que ya su cuerpo lo rechaza, es como sufrir una sobredosis…
-          - Uh, ¿en serio? ¿Para tanto decís?
-          - Sí, es terrible…
-          - Uh… Menos mal que nunca me empalagué…
-          - Sí, créeme, tenés mucha suerte…

-          - Yo conocí a un tipo que le encantaban las naranjas y un día cuando era chico de tanto comer naranjas se empalagó, y anduvo con cagalera, vómitos, y que sé yo, y después de grande nunca más pudo volver a comer naranjas…

-         -  ¿Enrique?
-          - Claro, Enrique…
-          - Sí, cierto, una vez me contó…
-        

-          - ¿Viste qué bueno queda el humo con las luces de la lámpara?
-          - Sí, estaba viendo eso, se marcan los ases cuando lo atraviesan…
-          - Le da al ambiente un no sé qué…

-          - Una vez vi unos tipos que estaban haciendo una película o algo así, y para hacer humo calentaban en una lata oxidada un fondito de glicerina líquida. A los cinco minutos el lugar entero estaba lleno de humo, y no era un cuartito, era  el salón de fiestas de un edificio de apartamentos que hace como veinte años atrás había sido tremendo hotel. No sé qué tendrá que ver pero esto del incienso me hizo acordar a eso, el humo tiene su magia… En fin...

-          - 
-          - ¿…?
-          - 
-          - ¿Vas a cerrar la ventana entonces?
-          - Perdón, ¿qué decías? Me mareé…