miércoles, 31 de julio de 2013

Charla al bajar de un bondi

HUGO: ¿Te diste cuánta la cantidad de cosas que pasan en un bondi?
ELIANA: Si, de todo
H: ¿Por qué casi no se ven escenas ni en cine ni en televisión que pasen arribe de un bondi?
E: En las películas yankees y europeas se ven bastantes escenas en estaciones y en trenes o subtes
H: Pero en las comedias venezolanas, mexicanas, en las brasileras o las argentinas,  ¿cuántas escenas arriba de un tren has visto?
E: No sé, no me he fijado, pero unas cuantas supongo
H: No, ni ahí, estoy seguro que casi no existen ni bondis ni trenes en el cine latinoamericano y mucho menos en la tele
E: No sé, nunca presté atención 
H: Creme, es así, hay miles de escenas de charlas arriba de un taxi o en autos, pero no en bondis ni en trenes ni en subtes. Me acuerdo de "Onibus 174", la película brasilera, pero ahí el tema no pasa por la dinámica diaria del bondi...

E: Capaz que se complica porque en Latinoamérica viaja mucha más gente en trenes, no se puede parar el recorrido de un tren para una filmación, y grabar en un bondi te deja con muy poco espacio para luces y esas cosas.
H: ¿Y por qué no graban de noche cuando los trenes están apagados?
E: Yo que sé
H: Otra cosa, grabar en un bondi no debe ser lo más cómodo del mundo, pero en el cine y la televisión latinoamericana hay escenas de acción, baleadas, persecuciones, miles de momentos que fueron filmados en baños diminutos, y un montón de otras cosas, que ahora no me vienen a la mente, pero que seguro son más difíciles de filmar que la dinámica interna del bondi.
E: ¿Estás diciendo que los guionistas y directores latinoamericanos no viajan en bondi?
H: No, ni ahí. Es más, creo que es más probable que un director de cine uruguayo viaje en bondi a que los hermanos Coen lo hagan.
E: ¿Entonces cuál es tu teoría?
H: No tengo ninguna
E: ¿Cómo que no tenés ninguna teoría? ¿Y a qué viene todo este discurso?
H: No es un discurso, es una idea que me vino cuando bajé del bondi y la estoy analizando por primera vez con vos
E: Ah bien, entonces si algún día de esto sale una gran descubrimiento antropológico vamos cincuenta cincuenta en el reconocimiento

H: No sé, no le encuentro la explicación…
E: ¡Pará, me acordé!
H: ¿De qué?
E: ¿En "Whisky" no hay una escena que es arriba de un bondi?
H: ¡Creo que sí!
E: En realidad no me acuerdo si era en "Whisky" o en otra, pero estoy segura de que era uruguaya (creo)
H: Me pasa lo mismo ¿Segura que no es en "Whisky"? ¿La vieja no viaja a la fábrica o a la casa en bondi y la muestran contra la ventanilla mirando para afuera con cara de nada?
E: Siempre está con cara de nada
H: Si, pero acá está con cara de nada mirando por la ventana del bondi
E: ¿Y cuál es la diferencia?
H: En el caso particular de esta tipa, suponiendo que efectivamente hay una escena de bondi interpretada por ella (creo que se llamaba Marta en la película), la loca siempre tiene cara de nada, es verdad. Pero podría sacar a Marta y ponerte a vos, haciendo lo mismo, mirando para afuera, viajando en el bondi apoyando la cabeza en la ventana y con cara de nada.
E: Jaja, me siento muy identificada con esa imagen, varias veces viajé así, como una mutanta…
H: Mutante
E: No jodas, es lo mismo...

H: Creo que el bondi es el momento en el que más actividad mental hay en mi cerebro. Pienso al mismo tiempo en lo que tengo que hacer cuando llegue a casa, pienso en lo que me pasó en el día, en lo que voy a comer, escucho música, hay olor a chivo o a perfume, pero está lleno de olores, hay ruidos del motor, del engranaje, de la calle y los autos, están las charlas de la gente que forman como un murmullo, el guarda que grita, alguno que lo putea y el bondi entero sigue la discusión, tipos que tocan la guitarra, gente que vive en la calle que se sube a pedir monedas. Bastante seguido me pasa que estoy cerca de una mina linda y la miro haciéndome el gil, después me persigo, siento que la estoy poniendo incómoda de tanto mirarla, dejo de hacerlo, trato de evitarla y en una, sin querer, la miro y justo en ese preciso instante ella me mira, y pienso “mierda, hace rato que no la miro y justo cuando ella me mira voy y la miro, va a pensar que soy un pajero que no ha parado de mirarla”…
E: Jaja, te pasa de todo en el bondi
H: ¿A vos no?
E: Si, supongo que a mí también

H: ¿Será que nos da vergüenza nuestro transporte público y por eso no los mostramos?
E: Motivos los hay…

H: O capaz que nadie le da la importancia que yo le doy a las cosas que pasan cuando viajo en bondi…

E: Eso también puede ser…

lunes, 29 de julio de 2013

Mi hijo el payaso.

INT. PASILLO DE ESPERA HOSPITAL – DÍA

Pasillo de hospital. Poca decoración, paredes blancas, sillas de espera, un cuadro con una enfermera pidiendo silencio con el dedo sobre sus labios, un cartel de “prohibido fumar”.
Sobre una puerta un letrero reza “sala de partos”. Al fondo del pasillo un PAYASO sentado en medio de una fila de tres asientos, viste un colorido disfraz que contrasta con la neutralidad del entorno. Repiquetea los pies en el piso, tamborilea sobre las rodillas con los dedos de su mano derecha, mientras se come las uñas de la izquierda. Mira hacia la puerta. Se pone de pie, se acerca a ella, amaga a golpear pero se detiene, se muerde el puño, pega la vuelta y regresa a su asiento. Vuelve a pararse casi inmediatamente y esta vez, con paso más decidido, se acerca a la puerta de la sala de partos. Golpea una vez, espera, nadie responde. Insiste, nada. Vuelve a intentarlo, en esta ocasión con exagerada vehemencia.

Una ENFERMERA abre con brusquedad, mira seria al Payaso, dueña de un notorio enfado, viste enteramente de blanco a excepción de una pequeña cruz roja en su sombrero. El Payaso se encoje de hombros, baja la vista al suelo. La Enfermera sonríe, lo toma del hombro y (sin dejar de sonreír) lo lleva hasta su asiento. Se despide con una palmadita en el hombro. Regresa a la sala de partos.
El Payaso vuelve a repiquetear los pies en el suelo, a tamborilear con sus dedos y a comerse las uñas.

Saca de un bolsillo en su disfraz una caja de cigarros. Toma uno, lo coloca en su boca, pero antes de encenderlo levanta la vista y su mirada choca con el cartel de “prohibido fumar”.
El Payaso refunfuña, guarda el cigarro en la caja, y la caja en el bolsillo de donde salió.

Refunfuña de brazos cruzados. Repiquetea los pies, tamborilea con los dedos sobre sus rodillas, se come las uñas.
Vuelve a mirar el cartel de “prohibido fumar”, extiende hacia él su puño cerrado y levanta el dedo anular a medida que con la otra mano realiza una mímica simulando girar una manivela, dando la sensación que con este movimiento está poniendo en funcionamiento el gesto obsceno realizado.

Saca un cigarrillo, lo prende y comienza a fumar. Escuchamos unos pasos acercándose, se abre la puerta, la Enfermera atraviesa el pasillo de izquierda a derecha a paso acelerado y entra en una puerta sin letrero que enfrenta a la de la sala de partos. Al fondo vemos al Payaso, se para de golpe y trata de apagar el cigarro en la suela de su zapato. La Enfermera cruza el pasillo nuevamente, no lleva puesto el tapa bocas. Se detiene a mitad de su camino, comienza a olfatear el aire. Gira su cabeza hacia el Payaso, camina hacia él con paso firme y mirada inquisidora. Se detiene a su lado, comienza a olfatearlo, trata de oler a sus espaldas pero el Payaso gira evitándola, ella intenta tomarlo de un brazo pero el Payaso la esquiva. Cansada del juego la Enfermera detiene una mirada acusadora en los ojos del Payaso, gira y camina hacia la puerta de la sala de partos. A penas se aleja el Payaso fuma rápidamente las últimas dos o tres pitadas que le quedaban al cigarrillo que fue consumiéndose solo.

La Enfermera gira sobre su eje, sorprendiendo al Payaso, quien arroja el cigarro al suelo y disimula colocando su zapato sobre él.

La Enfermera, furiosa, camina enérgica hasta el Payaso. Éste permanece inmóvil, tieso como una estatua, aterrorizado. La Enfermera acerca su rostro al del Payaso, clava en él su mirada y señala efusivamente el cartel de “prohibido fumar”.
El Payaso continúa estático, la Enfermera sonríe con compasión, lo toma amablemente de un brazo, lo acerca hasta su asiento, vuelve a señalar el cartel de “prohibido fumar”, lo despide con una palmadita en el hombro y vuelve a ingresar a la sala de partos.

El Payaso repiquetea los pies en el piso, tamborilea los dedos sobre sus rodillas, se come las uñas. Observa el cartel de “prohibido fumar”, coloca la mano en su bolsillo sin apartar de vista del letrero, se detiene un segundo pensativo. Saca una bolsita transparente llena de globos. Toma uno color rojo, lo infla un poco, aprieta la boca del globo dejando escapar un poco de aire que provoca un molesto chiflido. El globo se desinfla por completo, vuelve a inflarlo. Cuando está lo suficientemente grande le hace un nudo y lo tira al techo. Acompaña con su mirada la lenta caída del globo hasta llegar a tocar el piso. Mira el cartel de “prohibido fumar”, sonríe sínicamente. Toma un globo naranja, lo infla, lo ata y lo tira al techo, lo observa caer.
Repite la acción con un globo amarillo, uno verde, uno azul y luego con varios globos de diferentes colores.

La Enfermera sale de la sala de partos con un bulto envuelto en sábanas. El suelo del pasillo está lleno de globos. El Payaso se pone de pie de un salto y esconde detrás de sí un globo a medio inflar. Permanece inmóvil mientras la Enfermera se acerca hacia él con paso enérgico y mirada intimidante. Se detiene con sus ojos justo enfrente de los del Payaso, a pocos centímetros de su rostro. El Payaso mira al suelo avergonzado. La Enfermera sonríe compasiva, el Payaso levanta la vista. Entre aquellas sábanas que trae la Enfermera está envuelto su hijo. La Enfermera le da al niño, el Payaso lo toma entre sus brazos con exagerado cuidado. Mira el bulto y luego a la Enfermera, ella sonríe y asiente con la cabeza.

El Payaso descubre el rostro del niño, es un bebé de juguete, lleva puesta una nariz roja.

El Payaso aprieta cariñosamente el bebé contra su pecho al tiempo que levanta la cara al cielo y festeja agitando un puño en alto.


jueves, 4 de julio de 2013

Radio La Colifata

Hospital Neuropsiquiátrico Dr. José Tiburcio Borda, 3 de agosto de 1991. En el patio del manicomio un grupo de pacientes se reúne en torno a una pequeña grabadora de cassette. Nace una luz en medio de un espacio lúgubre, "una prisión sin rejas, un depósito de alienados" (según la descripción dada por algunos de los pacientes en el documental de Carlos Larrondo LT22 Radio La Colifata). 

La Colifata, así bautizaron los protagonistas a la primera radio comunitaria en el mundo en emitir directamente desde un hospital psiquiátrico conducida por sus propios internos. La idea de Alfredo Olivera, por ese entonces estudiante de psicología, fue utilizar la herramienta radial como canalizador de la locura, creando un espacio para rescatar la subjetividad de la persona. 

La pérdida del lenguaje asociada a la psicosis es combatida gracias a la utilización del medio radial. Dadas las características de la dinámica de trabajo en Radio La Colifata, la persona puede participar abiertamente a partir de sus motivaciones, sabiendo que del otro lado existe un tercero como destinatario, alguien a quien llega su mensaje. 

Volver a hablar en nombre propio generó un beneficio casi inmediato a nivel terapéutico, paulatinamente y a ritmos diferentes, los protagonistas encontraron en la actividad radial un punto de anclaje para su recuperación, un tipo de terapia mucho más efectiva y benévola que la tradicional utilización de psicofármacos. 

Gracias a la retransmisión en diferentes  emisoras radiales y la donación de una antena para colocar en el hospital, la voz de los colifatos comenzó a "romper los muros". 

Al escuchar Radio La Colifata la construcción histórica de la locura en el imaginario social es destruida por completo, se reconstruye el concepto en los oyentes a partir de la voz de los pacientes. Los locos no están tan locos como creíamos, ni son esos seres peligrosos que los medios masivos se han dedicado a mostrar. Se combate el estigma revelando la otra cara de la demencia al tiempo que se denuncia las vergonzosas condiciones en las cuales vive el paciente psiquiátrico dada la pauperrima realidad de la salud mental argentina. 

La Colifata tiene su arista terapéutica y su arista comunicacional, ambas van de la mano, la radio funciona como herramienta de recuperación, reinserción social y desestigmatizante.

El proyecto que comenzó sin recursos técnicos, económicos y sin apoyo institucional, fue creciendo en el correr de los años gracias al trabajo constante de los protagonistas, el equipo de profesionales, voluntarios, colaboradores, padrinos y, sobre todo, gracias a la participación activa de oyentes y personas que visitan todos los sábados la fonoplatea asistiendo en vivo a la transmisión. 

El modelo de La Colifata es imitado hoy día en varias partes del mundo, en Uruguay, por ejemplo, existe hace unos quince años Radio Vilardevoz, la cual transmite todos los sábados desde el hospital Vilardebó. 

"La Colifata se transformó en herramienta potente que abrió espacios para trabajar el problema del estigma de la locura, a la vez que logró constituirse en un espacio clínico de inusitada potencia. Radio La Colifata no es sólo una radio, es un proyecto alterativo y deconstructor de sufrimientos. Es puente que conecta y nos hace "artistas" en la creación de condiciones para un  encuentro."  (http://lacolifata.openware.biz)