Labios rasgados sosteniendo un
tabaco de costado, humedecidos con regularidad por alguna bebida espirituosa.
Sombrero gacho inclinado. Mirada dura. Sonrisa sardónica. Colérico e indócil.
Paradigma del antihéroe, Humphrey Bogart nació para interpretar a Sam Spade.
John Huston pensó en George Raft
para el papel del detective, rol protagónico de su primera película: The maltes falcon. Raft se
negó a trabajar con un director novato y Huston fue a por su segunda
opción.
Humphrey era un actor de teatro
que comenzaba a hacerse un nombre en la industria cinematográfica luego de su
papel en El bosque
petrificado, película de 1936
en la que interpretó a Duke Mantee, un peligroso gunster a quien Bogart ya
había representado en Broadway de manera brillante.
A diferencia de Raft, a Bogart no
pareció importarle demasiado la inexperiencia del director.
Me permito fantasear imaginando
aquel encuentro.
Estamos en el despacho del
productor Hal B. Wallis en algún rincón de la gigantesca Warner Bros. En la
sala se ha formado un triángulo con tres sillones oficiando de vértices. En uno
Wallis, en otro Huston. En la punta de la flecha Humphrey Bogart. Su sombrero
inclinado, su cara de piedra. Fuma mientras revuelve su vaso de café con
cognac. Director y productor argumentan nerviosos, intentan convencerlo de que
será una gran película. El actor presta poca atención. Regresa de golpe de su
aparente ausencia, cortando el torrente de palabras de sus interlocutores con
una carcajada maliciosa. De un trago bebe lo que le queda en el vaso, clava su
mirada en los temblorosos ojos de Hal y pregunta sin rodeos ¿Cuánto dinero hay? En este
momento Wallis y Huston escuchan por primera vez la voz de Sam Spade. Cerrado
el trato Bogart se despide abandonando el despacho con una sonrisa endemoniada. ¿Cómo
es que ésta no fue nuestra primera opción?, piensan
los hombres que aún permanecen sentados cada uno en su respectivo sillón.
Huston trató de ceñirse lo más
posible a los diálogos y situaciones de la novela, tarea para nada sencilla.
Por más que se mantiene bastante fiel a la historia original, varían algunos
aspectos importantes a nivel narrativo. Por ejemplo, cuando Brigid visita el
despacho de Spade en la película es el propio Archer, sin que la mujer lo pida,
quien se ofrece a ocuparse él mismo del caso. En el libro, por el contrario,
Brigid pide expresamente que uno de los
dos detectives se encargue personalmente del trabajo. Éste es un detalle
importante, constituye uno de los argumentos más fuerte que Spade menciona en
el final al acusar a Brigid del asesinato de su socio.
De todas maneras cuando se trata
de adaptaciones, son aquellos que han leído el libro quienes se quejan y
patalean por esta clase de cosas, donde el público que sólo ha visto la
película parece no advertir falencia alguna.
Desde lo visual, las atmósferas
creadas con los claros oscuros, los ambientes espesos, el aire viciado por humo
de tabaco, la vista de San Francisco desde las ventanas del despacho del
detective, la tipografía del letrero que reza Spade
and Adler apareciendo invertida
desde el escritorio de Sam, cada detalle del arte y la composición, enriquece
la historia y retrata la esencia de lo escrito por Hummett.
Mientras
su carrera comenzaba a declinar, George Raft veía arrepentido como The
maltes falcon de Jhon Huston, estrenada
en 1941, se convertía en un clásico de la cinematografía estadounidense y en obra génesis del cine
negro.