Cabeza larga y estrecha, escamas de
color claro, patas cortas, tres metros de largo. Al igual que un perro, el reptil movía
efusivamente la cola cuando se acercaba la hora de la cena.
Ulysses había servido al Ejército
de la Unión como sargento durante la campaña de la toma de Mobile bajo el mando
de Nathaniel P. Banks. Antes de su retorno, un mercader que llevaba chucherías
desde los Everglades hasta Alabama, le ofreció, por unas pocas monedas, un balde lleno de tierra húmeda, tapado con
hojas secas que escondían un exótico huevo.
- - No debe arrojarle demasiada agua, alcanza con
mantenerlo húmedo. En lo posible trate de dejarlo siempre cerca de una fuente
de calor.
- - ¿Es seguro un huevo de tortuga gigante?
- - Si estuviera seguro el precio no sería el mismo.
Una tortuga gigante tiene un valor extraordinario para los coleccionistas de
especies exóticas. Considérelo una pequeña inversión, como tal tiene su riesgo.
De nacer otra especie, por ejemplo un cocodrilo, podría criarlo y sacrificarlo.
Aunque el precio no se compara con el de una tortuga gigante, se haría con unos
cuantos dólares de ganancia vendiendo su piel a un peletero. Si jamás incubara no perdería más que unas
monedas.
A mitad de camino de regreso a Nueva
York, el huevo se partió y Ulysses vio por primera vez un cocodrilo americano.
Con el botín expropiado de los
múltiples hogares sureños que incineró su tropa, abrió una posada cerca del
puerto de Brooklyn. En el primer piso, cruzando el zaguán, una amplia sala
funcionaba como taberna. Luces tenues, aire impregnado de aroma a tabaco. Al
fondo un mostrador atendido por un cantinero pelirrojo, que hacía las veces de
recepcionista enseñando a los huéspedes sus habitaciones en el segundo piso. Era un hombre muy eficiente, reparaba en todos
los detalles, soñaba con algún día manejar su propia posada. Ulysses dormía en
el altillo, allí había improvisado una oficina donde llevaba la contaduría del negocio.
El sótano estaba inundado desde antes que comprara el lugar, ideal para
mantener en secreto la crianza de un cocodrilo.
Al principio comía libélulas,
polillas, arañas, grillos. A medida que el animal fue creciendo su dieta cambió
a sapos, palomas, peces, gatos y perros callejeros. Por la cantidad de alimento
que consumía, Ulysses dudaba del verdadero provecho que podría sacar de la
inversión que significaba su crianza. Empero, se había encariñado con el
cocodrilo, ya no estaba seguro de qué hacer con él. Lo más lógico sería sacrificarlo
cuando alcanzara la adultez, para que un peletero hiciera de él un par de
zapatos y unas buenas carteras. Cuando Ulysses pensaba en ello lo invadía la
angustia. Para distraerse bajaba a su taberna, se servía un bourbon doble y miraba a los
clientes beber y jugar a las cartas.
A los diez años de edad, el
cocodrilo medía unos dos metros de largo. Ulysses debió buscar presas de mayor
tamaño. La idea no tardó en llegar. Nueva York, estaba abarrotada de vagabundos,
personas a las cuales no se les conocía ni familia ni pasado. Bajo el disfraz
de buen protestante, ofrecía a esta gente alojamiento en su posada, a cambio de
realizar para él algunos trabajos sencillos. Cuando la persona bajaba por las
finas escaleras que daban al sótano (donde supuestamente se le había tendido
una cama para que pasara allí las noches) Ulysses los empujaba por la espalda.
El cocodrilo esperaba su cena ansioso, moviendo la cola como un perro al final
de la escalera.
Fin de año de 1880, por primera
vez en quince años, sintió la necesidad de compartir el secreto del cocodrilo
que vivía en el sótano de su posada.
- - Le he tomado cariño. No tengo valor para
sacrificarlo. Pero alimentarlo es cada vez más difícil. Si llegase a morir de
hambre su piel perdería valor. Es tuyo si te atreves a matarlo, puedes hacer
con su piel y su carne lo que quieras, tan solo procura que no vea el cadáver
cuando te lo lleves de aquí.
Invitó al cantinero pelirrojo a
bajar al sótano para demostrarle que aquello no era una broma ni el delirio de
un viejo borracho.
El cocodrilo esperaba su cena
ansioso, moviendo la cola como un perro al final de la escalera. Ulysses no
tenía ni familia ni pasado conocidos. Nadie notó su ausencia en todo Nueva
York.