sábado, 6 de abril de 2013

BICHO VERDE





Cabeza larga y estrecha, escamas de color claro, patas cortas, tres metros de largo.  Al igual que un perro, el reptil movía efusivamente la cola cuando se acercaba la hora de la cena.

Ulysses había servido al Ejército de la Unión como sargento durante la campaña de la toma de Mobile bajo el mando de Nathaniel P. Banks. Antes de su retorno, un mercader que llevaba chucherías desde los Everglades hasta Alabama, le ofreció, por unas pocas monedas, un  balde lleno de tierra húmeda, tapado con hojas secas que escondían un exótico huevo.

-          - No debe arrojarle demasiada agua, alcanza con mantenerlo húmedo. En lo posible trate de dejarlo siempre cerca de una fuente de calor.

-         -  ¿Es seguro un huevo de tortuga gigante?

-          - Si estuviera seguro el precio no sería el mismo. Una tortuga gigante tiene un valor extraordinario para los coleccionistas de especies exóticas. Considérelo una pequeña inversión, como tal tiene su riesgo. De nacer otra especie, por ejemplo un cocodrilo, podría criarlo y sacrificarlo. Aunque el precio no se compara con el de una tortuga gigante, se haría con unos cuantos dólares de ganancia vendiendo su piel a un peletero.  Si jamás incubara no perdería más que unas monedas.

A mitad de camino de regreso a Nueva York, el huevo se partió y Ulysses vio por primera vez un cocodrilo americano.  

Con el botín expropiado de los múltiples hogares sureños que incineró su tropa, abrió una posada cerca del puerto de Brooklyn. En el primer piso, cruzando el zaguán, una amplia sala funcionaba como taberna. Luces tenues, aire impregnado de aroma a tabaco. Al fondo un mostrador atendido por un cantinero pelirrojo, que hacía las veces de recepcionista enseñando a los huéspedes sus habitaciones en el segundo piso.  Era un hombre muy eficiente, reparaba en todos los detalles, soñaba con algún día manejar su propia posada. Ulysses dormía en el altillo, allí había improvisado una oficina donde llevaba la contaduría del negocio. El sótano estaba inundado desde antes que comprara el lugar, ideal para mantener en secreto la crianza de un cocodrilo.

Al principio comía libélulas, polillas, arañas, grillos. A medida que el animal fue creciendo su dieta cambió a sapos, palomas, peces, gatos y perros callejeros. Por la cantidad de alimento que consumía, Ulysses dudaba del verdadero provecho que podría sacar de la inversión que significaba su crianza. Empero, se había encariñado con el cocodrilo, ya no estaba seguro de qué hacer con él. Lo más lógico sería sacrificarlo cuando alcanzara la adultez, para que un peletero hiciera de él un par de zapatos y unas buenas carteras. Cuando Ulysses pensaba en ello lo invadía la angustia. Para distraerse bajaba a su taberna,  se servía un bourbon doble y miraba a los clientes beber y jugar a las cartas.

A los diez años de edad, el cocodrilo medía unos dos metros de largo. Ulysses debió buscar presas de mayor tamaño. La idea no tardó en llegar. Nueva York, estaba abarrotada de vagabundos, personas a las cuales no se les conocía ni familia ni pasado. Bajo el disfraz de buen protestante, ofrecía a esta gente alojamiento en su posada, a cambio de realizar para él algunos trabajos sencillos. Cuando la persona bajaba por las finas escaleras que daban al sótano (donde supuestamente se le había tendido una cama para que pasara allí las noches) Ulysses los empujaba por la espalda. El cocodrilo esperaba su cena ansioso, moviendo la cola como un perro al final de la escalera.

Fin de año de 1880, por primera vez en quince años, sintió la necesidad de compartir el secreto del cocodrilo que vivía en el sótano de su posada.  

-        -   Le he tomado cariño. No tengo valor para sacrificarlo. Pero alimentarlo es cada vez más difícil. Si llegase a morir de hambre su piel perdería valor. Es tuyo si te atreves a matarlo, puedes hacer con su piel y su carne lo que quieras, tan solo procura que no vea el cadáver cuando te lo lleves de aquí.
Invitó al cantinero pelirrojo a bajar al sótano para demostrarle que aquello no era una broma ni el delirio de un viejo borracho.

El cocodrilo esperaba su cena ansioso, moviendo la cola como un perro al final de la escalera. Ulysses no tenía ni familia ni pasado conocidos. Nadie notó su ausencia en todo Nueva York.

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