4 de julio de 1862. Charles Lutwidge Dodgson navega por el Tamésis acompañado por su amigo Robinson Duckworth y las tres hermanas Liddell: Lorina, Edith y Alice. Fue allí donde Dodgson, con la espontaneidad de un versolari, comenzó a narrar para las niñas una historia improvisada: Las aventuras subterráneas de Alicia.
Soñando en la lucidez de la vigilia, de paseo por el río nace una niña onironauta, que al visitar un mundo disparatado donde el tiempo es difuso y los espacios se transforman con solo mover la vista atrás, enfrenta con valentía cada desafío impulsada sobre todo por su infinita curiosidad. Las preguntas están aunque parezcan sobrar. Todo alrededor se ha vuelto muy extraño pero Alicia acepta y actúa. Llora cuando quiere llorar, prueba ésto y aquello, ríe, se enoja, corre, salta, se encoje, crece y se vuelve a achicar.
"Sr. Dudgson, me gustaría que escribiera las aventuras de Alicia para mí." Prestó juramento a la niña (musa inspiradora de lo que sería tiempo después su obra maestra) y se obligó a sí mismo a escribir la historia tal cual la recordaba.
No podemos hablar de escritura automática si sabemos que el autor (bajo el seudónimo de Lewis Carroll) escribió desde el recuerdo, acción en la cual debió intervenir necesariamente su pensar. De todas formas, en su gestación, la historia nació de la improvisación. Aquí radica su extraordinaria naturaleza, la espontaneidad con que fue concebida primeramente Alicia en el país de las maravillas es lo que le otorga al relato su exquisita fluidez.
Carrol viajó en el tiempo a 1924 y sentado en su escritorio, antes de ponerse a escribir, dedicó un buen rato a leer el manifiesto surrealista de André Breton con especial atención. Una vez revisado el documento, se dispuso a liberar su imaginación de todo convencionalismo utilitario. ¿Traicionó sobre el final dicho manifiesto al caer en un deus ex machina para justificar la existencia de aquel maravilloso país con el antiguo En verdad fue todo un sueño? Ésto no tiene importancia, como tampoco la tiene revelar el final de una historia que es extremadamente rica y original en su desarrollo, en el cual, como dijimos, no hay el menor interés en preguntarse los por qué. Las cosas pasan, punto, siéntese, relájese y déjese llevar.
Comparar un libro con su adaptación cinematográfica es siempre tarea funesta. El amor por un medio o el otro, por una u otra versión, nubla la vista, marea, nos lleva a inclinar la balanza sin objetividad. Las historias cambian por una necesidad clara, los ritmos narrativos son muy diferentes del libro al cine. El autor de una película tiene la atención del espectador por un lapso de tiempo reducido. El escritor, por el contrario, acompaña con su obra al lector de la librería hasta su casa, de su estar a su habitación, de su barrio a la playa.
En el clásico de Disney de 1941, Alicia en el país de las maravillas es adaptada de manera brillante. Es cierto, cambian diálogos, situaciones y personajes. Se pierde la complicidad que Carroll genera al dirigirse permanentemente al lector como si todos fuésemos unos niños, que sentados sobre nuestras piernas, escuchamos sus historias con atención.
En el clásico de Disney de 1941, Alicia en el país de las maravillas es adaptada de manera brillante. Es cierto, cambian diálogos, situaciones y personajes. Se pierde la complicidad que Carroll genera al dirigirse permanentemente al lector como si todos fuésemos unos niños, que sentados sobre nuestras piernas, escuchamos sus historias con atención.
De todas formas ambas versiones cargan el mismo espíritu. Las situaciones disparatadas, la transformación permanente de los espacios, todos los aspectos fantásticos del cuento, se ven enriquecidos por la animación y los colores. En cuanto al guión, se respeta (incluso en su traducción al español) el permanente juego con las palabras del cual Carroll se abraza para generar constantes malentendidos, puntos de partida para el drama y el humor.
Niños, onironautas, psiconautas y surrealistas, adultos perdidos que desean recuperar su capacidad de imaginar sin límites racionales: están todos invitados a tomar el té de Alicia en el país de las maravillas.
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