miércoles, 29 de mayo de 2013

La ética de Sam Spade.

Cuentos de raciocinio, así llamaba Edgar Alan Poe a  Los crímenes de la calle Morgue, El misterio de Marie Roget y La carta robada, obras génesis del género policial. 

Dupin, Holmes, Hércules Poirot, antes que detectives, son hombres ilustres, respetados, más prudentes que Ulises. La sacra verdad como primer objetivo a alcanzar y el placer del juego inferencial que constituye su búsqueda,  son sus motivaciones primeras. 

En la novela detectivesca el contexto en el cual se engendraba el crimen era secundario, el factor social y moral en el que se concebía totalmente subvalorado y los detectives, como vimos, hombres puros amantes de la verdad. Así fue hasta el nacimiento de The Black Mask Magazine, revista del género pulp, donde escribieron (entre otros) dos grandes pioneros, padres de la novela negra: Raymond Chandler y Dashiell Hammette.

Durante la  Gran Depresión de 1930, con El Halcón Maltés quedó declarada la guerra de estilos. Hammette pateó el tablero, tomó de los tobillos aquel detective elevado y de un tirón lo bajó de su pedestal para arrastrarlo en el barro. Acható su nariz respingada, le inyectó sangre humana en las venas, lo volvió pecador, duro, insensible, como un satanás rubio.

Engendro de un ambiente corrupto y despiadado, Spade se protege en el cinismo, no confía en nadie y nadie puede confiar en él. Lealtad, amistad, bondad, prudencia, honestidad, y el resto de los valores morales, no significan nada.

El amor no interviene en sus relaciones interpersonales, ni Iva, Effie, Brigid, ni ninguna otra mujer, generarán jamás en él un interés mayor que el sexual. Las personas a su alrededor son objetos manipulables que pueden ayudarlo a cumplir sus objetivos, nada más.

Fuera de la ficción el mundo parece derrumbarse, el capital es la deidad reinante, la guerra es todos contra todos, a nadie le interesa salvar el mundo, se conforman con salvar su propio culo. Hammett traslada esta realidad a la ficción detectivesca.

A Spade no le vengan con el discurso de la búsqueda de la verdad, el honor ni el deber, sino con 200, 500 o 5000 dólares, dependiendo de la situación. La ética del dinero dirige su accionar.







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