A Julio
Verne se le adjudican más profecías que a Nostradamus, los mayas y la Iglesia
del fin del mundo. El submarino eléctrico, el helicóptero, y también el
noticiero. En un artículo publicado en 1889 Verne habría afirmado que en el año
2889 las noticias serían habladas a los suscriptores.
Periodistas, estadistas y profesionales se dirigirían directamente al
público.
Cuando
nació Sidney Lumet, en 1924, las noticias que llegaban a la gente ya eran habladas. Los
cambios en los medios, aunque radicales en cuanto a formatos, parecían no
afectar en gran medida la esencia de los contenidos. Claro que había que vender
para poder seguir trabajando, pero el objetivo de un diario seguía siendo
informar, lo mismo con los noticieros de radio y televisión. Paulatinamente, en
un proceso que tendría su inicio en la posguerra y un punto de inflexión
incipiente en los 70', una fuerza mayor se apoderó de los medios.
En
Network, estrenada en 1976, el guionista Paddy Chayefsky y el director Sidney
Lumet, se visten de Julio Verne para describir con escalofriante exactitud, la
enfermiza dinámica de la televisión de nuestro días.
El sol,
las venus, los dioses asirios, los egipcios, los griegos y el dios
judeo-cristiano, fueron remplazados en occidente por un dios mayor: el dinero.
La televisión, rinde culto constante a esta nueva deidad, más omnipresente
y omnipotente que cualquiera de sus predecesores, .
Los
medios son gestionados en función de sus objetivos. En un universo
mercantilista la meta máxima es la acumulación de capital y la publicidad es la
fuente primaria de dicho capital. Cuando una marca elige donde pautar no lo
hace al azar ni escudriñando la calidad de los contenidos, sólo le interesa una
cosa: qué canal y qué programa pueden hacer llegar su producto a mayor número
de público.
Los
católicos tienen su dios, único y todopoderoso. Ahora bien, existen los
patronos, figuras sacras que actúan como intercesores ante el dios supremo y a
quienes por ello también se les rinde culto. De igual manera en la religión
mercantilista, dentro de la televisión existe una figura santificada: la
audiencia.
La
historia de Network gira entorno al rating y el poder absoluto de éste sobre
las vidas de todos aquellos que trabajan en televisión. Es una sátira genial
que retrata un universo de dementes poseídos. Lo maravilloso de esta película
es que cada escena, de la primera a la última, nos dice algo. Concisa e
impactante, la realidad es en Network analizada de manera brillante. En cuanto
a la estructura del guión, el ritmo narrativo va in crescendo vertiginosamente
hasta explotar en el clímax final. Sin dudas, si quisiéramos
representar esta historia gráficamente lo haríamos mediante una línea
ascendente de 45º.
La fabulosa capacidad
de síntesis de Paddy Chayefsky, engloba en una de las escenas finales
el producto de su análisis. El ex director del noticiario Max Schumacher (el
único que parece mantener la cordura rodeado de potenciales pacientes
psiquiátricos) abandona a Diana Christensen, la productora del nuevo
informativo conducido por el "profeta" Howard Beale. Al despedirla
pronuncia una frase lapidaria, que sirve de advertencia, cual predicción de
nuestro apocalíptico presente: “Tú eres la televisión encarnada. Todo al
tocarlo, lo destruyes, pero a mí no me destruirás”.
En la
última escena se subraya el hecho de que en la televisión el fin justifica
cualquier medio, los escrúpulos desaparecen por completo. Lo triste es que
este final visto en los 70' como una escena de humor negro, hoy día se aleja
del absurdo, al punto que no nos extrañaría demasiado si llegara a ocurrir en
realidad.
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