Atardecer. Un muelle de río visto
en una sucesión de planos generales. En la siguiente escena pasamos a un paisaje más urbano, un plano detalle de
un foco de iluminación titilando, en el
fondo algunas casas sobre derecha de
cuadro, una calle en fuga al medio. Se
escucha una sirena, una ambulancia entra en cuadro desde la parte superior del
mismo. Con un ligero tilt down dejamos el foco y acompañamos unos instantes el
movimiento de la ambulancia.
30 segundos y ya recibimos
bastante información. Seguramente la historia transcurre en un pueblo o pequeña
ciudad a orillas de un río. La ambulancia es antigua, la época no es actual,
parecen los 50’.
Plano medio two shot, desde el
asiento de atrás de la ambulancia vemos de espaldas al conductor y el
acompañante. Escuchan la radio, el locutor habla nervioso, pide calma a los
espectadores, describe la situación, “vuelan sillas y botellas”. Primer plano
de conductor seguido por contraplano de acompañante, se miran preocupados.
Un minuto de película, ahora
sabemos también que la ambulancia se dirige a un espectáculo público que parece
haberse salido de control. Si hay un locutor de radio transmitiendo en vivo
desde el lugar de los hechos casi seguro se trata de un espectáculo deportivo,
habla de “sillas” y “escenario” quizás sea en un teatro, podría tratarse de una
gala de boxeo o algo similar.
Al llegar la ambulancia sentimos otras sirenas,
esta vez de policía. En un plano general vemos dos patrulleros estacionando
junto a ella. Un pequeño dolly in, casi imperceptible, seguido de un movimiento
de grúa que abre el cuadro. Estamos en el teatro APOLO, el cartel anuncia un
gran combate. Coreografía caótica, gente corriendo, policía reprimiendo, fuego.
La ambulancia lleva al doctor y
al paciente al hospital. No se nos revela en ningún momento quién es, pero
sabemos que su situación es límite. Un paneo sigue a la ambulancia por la calle
y termina en plano detalle de un afiche que reza: JACOB VAN OPPEN, CAMPEÓN
MUNDIAL, EN SANTAMARÍA.
El poder de sintésis del director
Álvaro Brechner es increíble. No han pasado ni tres minutos y ya nos ha
bombardeado de información relevante.
Mal día para pescar es una
adaptación del cuento de Onetti Jacob y el otro. Generalmente los libros son
ampliamente mejores que sus adaptaciones cinematográficas. En este caso está
parejo. Personalmente prefiero el inicio de la película que el del cuento por
un detalle que me parece importante para generar la intriga en la trama: en el
cuento al igual que en la película no se nos revela quién es el paciente, pero
sí que el doctor lo opera y logra salvarlo. En Mal día para pescar, al no tener
esta información, se genera una inquietud consante que va in creyendo a medida
que comenzamos como espectadores a generar simpatía por los personajes.
En esta historia no hay malos ni
buenos, protagonistas y antagonistas tienen sus motivaciones, todas ellas
válidas. Si bien en una primera instancia uno
se “hace hincha” de inmediato de la pareja compuesta por Orsini y Jacob,
cuando se revela el por qué oculto de aquella mujer que pone en riesgo la vida de su marido
ofreciéndolo como retador, no podemos evitar sentir que no queremos que ninguno
de los dos luchadores sea aquel hombre desfalleciente que aparece en el inicio.
Resumiendo, la estructura
narrativa desde el guión y el lenguaje audiovisual es efectiva y lacónica
cuando debe serlo, funcional a la hora de construir los personajes logrando que
el espectador no pueda ponerse ni de un lado ni del otro, lo que genera una
ansiedad angustiosa que nos obliga a esperar atentos el desenlace final.
La historia es entretenida y
original. Aunque ésto es mérito principalmente de Onetti, Brechner y Gary
Piquer (actor que interpreta a Orssini y además colabora en el desarrollo del
guión), lograron una muy linda adaptación.
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