lunes, 29 de julio de 2013

Mi hijo el payaso.

INT. PASILLO DE ESPERA HOSPITAL – DÍA

Pasillo de hospital. Poca decoración, paredes blancas, sillas de espera, un cuadro con una enfermera pidiendo silencio con el dedo sobre sus labios, un cartel de “prohibido fumar”.
Sobre una puerta un letrero reza “sala de partos”. Al fondo del pasillo un PAYASO sentado en medio de una fila de tres asientos, viste un colorido disfraz que contrasta con la neutralidad del entorno. Repiquetea los pies en el piso, tamborilea sobre las rodillas con los dedos de su mano derecha, mientras se come las uñas de la izquierda. Mira hacia la puerta. Se pone de pie, se acerca a ella, amaga a golpear pero se detiene, se muerde el puño, pega la vuelta y regresa a su asiento. Vuelve a pararse casi inmediatamente y esta vez, con paso más decidido, se acerca a la puerta de la sala de partos. Golpea una vez, espera, nadie responde. Insiste, nada. Vuelve a intentarlo, en esta ocasión con exagerada vehemencia.

Una ENFERMERA abre con brusquedad, mira seria al Payaso, dueña de un notorio enfado, viste enteramente de blanco a excepción de una pequeña cruz roja en su sombrero. El Payaso se encoje de hombros, baja la vista al suelo. La Enfermera sonríe, lo toma del hombro y (sin dejar de sonreír) lo lleva hasta su asiento. Se despide con una palmadita en el hombro. Regresa a la sala de partos.
El Payaso vuelve a repiquetear los pies en el suelo, a tamborilear con sus dedos y a comerse las uñas.

Saca de un bolsillo en su disfraz una caja de cigarros. Toma uno, lo coloca en su boca, pero antes de encenderlo levanta la vista y su mirada choca con el cartel de “prohibido fumar”.
El Payaso refunfuña, guarda el cigarro en la caja, y la caja en el bolsillo de donde salió.

Refunfuña de brazos cruzados. Repiquetea los pies, tamborilea con los dedos sobre sus rodillas, se come las uñas.
Vuelve a mirar el cartel de “prohibido fumar”, extiende hacia él su puño cerrado y levanta el dedo anular a medida que con la otra mano realiza una mímica simulando girar una manivela, dando la sensación que con este movimiento está poniendo en funcionamiento el gesto obsceno realizado.

Saca un cigarrillo, lo prende y comienza a fumar. Escuchamos unos pasos acercándose, se abre la puerta, la Enfermera atraviesa el pasillo de izquierda a derecha a paso acelerado y entra en una puerta sin letrero que enfrenta a la de la sala de partos. Al fondo vemos al Payaso, se para de golpe y trata de apagar el cigarro en la suela de su zapato. La Enfermera cruza el pasillo nuevamente, no lleva puesto el tapa bocas. Se detiene a mitad de su camino, comienza a olfatear el aire. Gira su cabeza hacia el Payaso, camina hacia él con paso firme y mirada inquisidora. Se detiene a su lado, comienza a olfatearlo, trata de oler a sus espaldas pero el Payaso gira evitándola, ella intenta tomarlo de un brazo pero el Payaso la esquiva. Cansada del juego la Enfermera detiene una mirada acusadora en los ojos del Payaso, gira y camina hacia la puerta de la sala de partos. A penas se aleja el Payaso fuma rápidamente las últimas dos o tres pitadas que le quedaban al cigarrillo que fue consumiéndose solo.

La Enfermera gira sobre su eje, sorprendiendo al Payaso, quien arroja el cigarro al suelo y disimula colocando su zapato sobre él.

La Enfermera, furiosa, camina enérgica hasta el Payaso. Éste permanece inmóvil, tieso como una estatua, aterrorizado. La Enfermera acerca su rostro al del Payaso, clava en él su mirada y señala efusivamente el cartel de “prohibido fumar”.
El Payaso continúa estático, la Enfermera sonríe con compasión, lo toma amablemente de un brazo, lo acerca hasta su asiento, vuelve a señalar el cartel de “prohibido fumar”, lo despide con una palmadita en el hombro y vuelve a ingresar a la sala de partos.

El Payaso repiquetea los pies en el piso, tamborilea los dedos sobre sus rodillas, se come las uñas. Observa el cartel de “prohibido fumar”, coloca la mano en su bolsillo sin apartar de vista del letrero, se detiene un segundo pensativo. Saca una bolsita transparente llena de globos. Toma uno color rojo, lo infla un poco, aprieta la boca del globo dejando escapar un poco de aire que provoca un molesto chiflido. El globo se desinfla por completo, vuelve a inflarlo. Cuando está lo suficientemente grande le hace un nudo y lo tira al techo. Acompaña con su mirada la lenta caída del globo hasta llegar a tocar el piso. Mira el cartel de “prohibido fumar”, sonríe sínicamente. Toma un globo naranja, lo infla, lo ata y lo tira al techo, lo observa caer.
Repite la acción con un globo amarillo, uno verde, uno azul y luego con varios globos de diferentes colores.

La Enfermera sale de la sala de partos con un bulto envuelto en sábanas. El suelo del pasillo está lleno de globos. El Payaso se pone de pie de un salto y esconde detrás de sí un globo a medio inflar. Permanece inmóvil mientras la Enfermera se acerca hacia él con paso enérgico y mirada intimidante. Se detiene con sus ojos justo enfrente de los del Payaso, a pocos centímetros de su rostro. El Payaso mira al suelo avergonzado. La Enfermera sonríe compasiva, el Payaso levanta la vista. Entre aquellas sábanas que trae la Enfermera está envuelto su hijo. La Enfermera le da al niño, el Payaso lo toma entre sus brazos con exagerado cuidado. Mira el bulto y luego a la Enfermera, ella sonríe y asiente con la cabeza.

El Payaso descubre el rostro del niño, es un bebé de juguete, lleva puesta una nariz roja.

El Payaso aprieta cariñosamente el bebé contra su pecho al tiempo que levanta la cara al cielo y festeja agitando un puño en alto.


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