INT. PASILLO DE ESPERA HOSPITAL – DÍA
Pasillo de
hospital. Poca decoración, paredes blancas, sillas de espera, un cuadro con una
enfermera pidiendo silencio con el dedo sobre sus labios, un cartel de “prohibido
fumar”.
Sobre una
puerta un letrero reza “sala de partos”. Al fondo del pasillo un PAYASO sentado
en medio de una fila de tres asientos, viste un colorido disfraz que contrasta
con la neutralidad del entorno. Repiquetea los pies en el piso, tamborilea
sobre las rodillas con los dedos de su mano derecha, mientras se come las uñas
de la izquierda. Mira hacia la puerta. Se pone de pie, se acerca a ella, amaga
a golpear pero se detiene, se muerde el puño, pega la vuelta y regresa a su
asiento. Vuelve a pararse casi inmediatamente y esta vez, con paso más
decidido, se acerca a la puerta de la sala de partos. Golpea una vez, espera,
nadie responde. Insiste, nada. Vuelve a intentarlo, en esta ocasión con
exagerada vehemencia.
Una
ENFERMERA abre con brusquedad, mira seria al Payaso, dueña de un notorio enfado,
viste enteramente de blanco a excepción de una pequeña cruz roja en su sombrero.
El Payaso se encoje de hombros, baja la vista al suelo. La Enfermera sonríe, lo
toma del hombro y (sin dejar de sonreír) lo lleva hasta su asiento. Se despide
con una palmadita en el hombro. Regresa a la sala de partos.
El Payaso
vuelve a repiquetear los pies en el suelo, a tamborilear con sus dedos y a
comerse las uñas.
Saca de un
bolsillo en su disfraz una caja de cigarros. Toma uno, lo coloca en su boca,
pero antes de encenderlo levanta la vista y su mirada choca con el cartel de
“prohibido fumar”.
El Payaso
refunfuña, guarda el cigarro en la caja, y la caja en el bolsillo de donde
salió.
Refunfuña de
brazos cruzados. Repiquetea los pies, tamborilea con los dedos sobre sus
rodillas, se come las uñas.
Vuelve a
mirar el cartel de “prohibido fumar”, extiende hacia él su puño cerrado y
levanta el dedo anular a medida que con la otra mano realiza una mímica
simulando girar una manivela, dando la sensación que con este movimiento está
poniendo en funcionamiento el gesto obsceno realizado.
Saca un
cigarrillo, lo prende y comienza a fumar. Escuchamos unos pasos acercándose, se
abre la puerta, la Enfermera atraviesa el pasillo de izquierda a derecha a paso
acelerado y entra en una puerta sin letrero que enfrenta a la de la sala de
partos. Al fondo vemos al Payaso, se para de golpe y trata de apagar el cigarro
en la suela de su zapato. La Enfermera cruza el pasillo nuevamente, no lleva
puesto el tapa bocas. Se detiene a mitad de su camino, comienza a olfatear el aire.
Gira su cabeza hacia el Payaso, camina hacia él con paso firme y mirada
inquisidora. Se detiene a su lado, comienza a olfatearlo, trata de oler a sus
espaldas pero el Payaso gira evitándola, ella intenta tomarlo de un brazo pero
el Payaso la esquiva. Cansada del juego la Enfermera detiene una mirada
acusadora en los ojos del Payaso, gira y camina hacia la puerta de la sala de
partos. A penas se aleja el Payaso fuma rápidamente las últimas dos o tres
pitadas que le quedaban al cigarrillo que fue consumiéndose solo.
La Enfermera
gira sobre su eje, sorprendiendo al Payaso, quien arroja el cigarro al suelo y
disimula colocando su zapato sobre él.
La Enfermera,
furiosa, camina enérgica hasta el Payaso. Éste permanece inmóvil, tieso como
una estatua, aterrorizado. La Enfermera acerca su rostro al del Payaso, clava
en él su mirada y señala efusivamente el cartel de “prohibido fumar”.
El Payaso
continúa estático, la Enfermera sonríe con compasión, lo toma amablemente de un
brazo, lo acerca hasta su asiento, vuelve a señalar el cartel de “prohibido
fumar”, lo despide con una palmadita en el hombro y vuelve a ingresar a la sala
de partos.
El Payaso
repiquetea los pies en el piso, tamborilea los dedos sobre sus rodillas, se
come las uñas. Observa el cartel de “prohibido fumar”, coloca la mano en su
bolsillo sin apartar de vista del letrero, se detiene un segundo pensativo. Saca
una bolsita transparente llena de globos. Toma uno color rojo, lo infla un
poco, aprieta la boca del globo dejando escapar un poco de aire que provoca un
molesto chiflido. El globo se desinfla por completo, vuelve a inflarlo. Cuando
está lo suficientemente grande le hace un nudo y lo tira al techo. Acompaña con
su mirada la lenta caída del globo hasta llegar a tocar el piso. Mira el cartel
de “prohibido fumar”, sonríe sínicamente. Toma un globo naranja, lo infla, lo
ata y lo tira al techo, lo observa caer.
Repite la
acción con un globo amarillo, uno verde, uno azul y luego con varios globos de
diferentes colores.
La Enfermera
sale de la sala de partos con un bulto envuelto en sábanas. El suelo del
pasillo está lleno de globos. El Payaso se pone de pie de un salto y esconde detrás
de sí un globo a medio inflar. Permanece inmóvil mientras la Enfermera se
acerca hacia él con paso enérgico y mirada intimidante. Se detiene con sus ojos
justo enfrente de los del Payaso, a pocos centímetros de su rostro. El Payaso
mira al suelo avergonzado. La Enfermera sonríe compasiva, el Payaso levanta la
vista. Entre aquellas sábanas que trae la Enfermera está envuelto su hijo. La
Enfermera le da al niño, el Payaso lo toma entre sus brazos con exagerado cuidado.
Mira el bulto y luego a la Enfermera, ella sonríe y asiente con la cabeza.
El Payaso
descubre el rostro del niño, es un bebé de juguete, lleva puesta una nariz
roja.
El Payaso
aprieta cariñosamente el bebé contra su pecho al tiempo que levanta la cara al
cielo y festeja agitando un puño en alto.
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