miércoles, 4 de diciembre de 2013

Opinión

- Podés decir lo que quieras, pero no voy a cambiar de opinión.
- ¡No tiene sentido que te coloques en esa posición!
- Ya sé todo lo que vas a decir. No me interesa. Ninguno de tus argumentos va a cambiar lo que pienso.
- ¿Por qué?
- Porque no.
- ¡Qué sabés si todavía no te dije nada!
- No sigas, no tiene sentido.
- ¿Qué no siga con qué?
- Con ésto.
- Si tan convencida estás de lo que pensás, ¿por qué el miedo a escucharme?
- ¿Miedo? ¿Quién habló de miedo?
- Sino estás dispuesta a escuchar mis argumentos es porque tenés miedo de que te convenza, tenés miedo de que yo tenga razón y tengas que retractarte. Tenés miedo a aceptar que estás equivocada, para tu ego sería rebajarse, aceptar la derrota...
- Si tuvieras razón te sería más sencillo darme los argumentos adecuados, ya me hubieras convencido hace rato...
- ¡Pero si no me dejas hablar!
- ¿Ah no y qué estás haciendo ahora?
- No juegues, sabés de que te estoy hablando.
- ¡Viste, estás hablando, te estoy dejando hablar!
- ¡Sí pero no de lo que te quiero hablar!
- ¿Y por qué no me hablás de lo que me querés hablar en vez de hablarme de cosas de las cuales no querés hablar?
- ¡Porque dijiste que no ibas a cambiar de opinión diga lo que diga!
- Esto que estás diciendo no ayuda en nada a que cambie de opinión. Estás hablando pero sin decir nada...
- Bueno, escuchá lo que tengo para decir y después me decís. Si seguís pensando lo mismo bien, pero al menos dame el derecho a replica.
- Podés decir lo que quieras, pero no voy a cambiar de opinión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario